El mundo del flamenco despide hoy a una de sus figuras más queridas y respetadas. Antonio Fernández Díaz, “Fosforito”, ha fallecido dejando un legado inmenso en la historia del cante jondo. Con él se apaga una voz irrepetible, pero permanece viva la huella de su arte y su compromiso con la pureza del flamenco.
De Puente Genil al reconocimiento universal
Nacido el 3 de agosto de 1932 en Puente Genil (Córdoba), en el seno de una familia humilde y cantaora —su abuelo Juanillo el Cantaor y su tío El Niño del Genil—, Fosforito creció rodeado de compás y duende. Desde niño cantaba en tabernas y ferias andaluzas, marcando un camino que pronto sería grande.
Su consagración llegó en 1956, cuando arrasó en el II Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba, ganando todos los primeros premios y el galardón de honor del jurado. A partir de entonces, su carrera se convirtió en una enciclopedia viva del flamenco: dominar todos los palos —seguiriyas, soleá, alegrías, tarantos, peteneras, bulerías— era parte de su sello.
Maestro, investigador y guardián del cante
Más allá de su voz, Fosforito destacó por su papel de estudioso y defensor de la ortodoxia flamenca. Supo recoger la tradición y dotarla de una impronta personal, sin perder la esencia del cante más puro. Su discografía supera los 26 álbumes, y su trabajo para rescatar estilos en peligro de olvido le valió el reconocimiento unánime de artistas y críticos.
Entre sus numerosos galardones figuran el Premio Nacional de Cante (1968), la Medalla de Andalucía (2006), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2007) y la prestigiosa Llave de Oro del Cante (2005), máximo honor del flamenco.
Un referente para generaciones
Fosforito fue mucho más que un intérprete: fue maestro, inspiración y espejo para guitarristas y cantaores de distintas épocas. Su voz grave, su compás inquebrantable y su fidelidad al arte jondo lo convirtieron en símbolo de autenticidad y respeto.
Despedida y legado
Desde Raíces lamentamos profundamente la pérdida de don Antonio, “Fosforito”, ese puente entre la raíz, el compás y la pureza del flamenco.
Nos deja su arte, su sabiduría y una herencia inmensa que seguirá viva en cada quejío, en cada cante.
Descanse en paz, maestro.
